jueves, 27 de agosto de 2009

26. LOS HOMBRES SOMOS SEMBRADORES

No hay nada más masculino que la siembra. Los hombres somos sembradores por excelencia. Es en la siembra donde más pueden sentir las mujeres nuestra ternura, nuestra esperanza, nuestra fuerza. Lo que sembremos puede tardar muchos años en dar fruto, o tan sólo pocos meses. Sea se trate de palmeras que pueden tardar cincuenta años en dar frutos, u hortalizas que en pocas semanas podemos recoger, o criaturas que en pocos meses están llenando la casa con el delicado cristal de sus voces en sus risas y sus llantos. Lo único que se necesita es haber escogido una tierra rica en nutrientes, húmeda y generosa. Pero muy variada es nuestra siembra. No sólo sembramos árboles, verduras, y criaturas. También ponemos semillas para las actitudes, la fuerza, la ternura, los sueños, y para saber brindar el agradecimiento por cada día de vida recibido. Pero no todo lo que sembramos es siempre bueno. A veces sembramos las semillas del miedo, de la desilusión, de la desidia, de la intolerancia, del desamor y también de la violencia. Pero no podemos dejar de sembrar, está en nuestra naturaleza. Es una Ley. De nosotros, y sólo de nosotros, depende que, al final del camino, podamos sonreír al contemplar el fruto de todas aquellas semillas que cuidadosamente hemos dejado caer y que cubrimos de dulce tierra. De nosotros depende que no broten de nuestros ojos el lamento por demasiados recuerdos tristes de vacíos que tal vez hayamos dejado o heridas que hayamos causado. Palabra de hombre.

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