martes, 13 de mayo de 2014

PROYECTO DE EDUCACION SEXUAL ETICA


PROYECTO DE EDUCACION SEXUAL ETICA

Introducción y Síntesis

 

Este proyecto responde a un vacío importante en la educación sexual de los jóvenes. Este consiste en que lo ético no se ha tomado como eje y centro de este aspecto de la educación, ni se ha dado a los valores en este espacio la prioridad debida como preocupación.

 

El objetivo central que planteo  para el proyecto es, en efecto, educir y cultivar lo ético en la educación sexual, el rediseño de la educación sexual basado en una perspectiva integradora, no fragmentada.

 

Los valores son necesarios para el desarrollo pleno de la sexualidad de los adolescentes, para que estos logren construir vínculos más sanos y plenos con sus semejantes y con ellos mismos, en el marco de la maduración de una sexualidad oportuna, sana y feliz. El no haberle dado a esta perspectiva un peso suficiente ha llevado a que la educación sexual actual encuentre serias dificultades y contradicciones como producto de sus propias limitaciones que es necesario superar.

 

Muchos padres de familia resienten y se resisten esa educación sexual a la que culpan del aumento de la actividad sexual de sus hijos, temiendo que la información descarnada que esta educación provee acerca de la misma función sexual, pero sobretodo la relativa a los métodos anticonceptivos y de prevención de las enfermedades de transmisión sexual, termine por estimular en lugar de contener la actividad sexual prematura de sus hijos. Y no dejan de tener algo razón. Hay oposición también de parte de la Iglesia Católica y otras, por un comprensible temor al daño moral de los jóvenes, aunque a veces pequen de un exceso de recelo sobre la sexualidad misma.

 

Pero obviamente me preocupan las posibilidades reales de una educación sexual ética. No es fácil. Los educadores encargados de estas áreas, son personas que provienen de hogares donde existió una manera de crecer en la sexualidad, de acercarse a la misma y recorrer caminos propios de la psicoafectividad, bastante complejos y muchas veces disfuncionales, por lo que ellos mismos podrían ser personas heridas en su sexualidad (entre muchas otras heridas, y como la mayoría de los humanos). Por lo tanto sus valores pueden haber crecido muy afectados por carencias primarias o confusiones a nivel afectivo y/o cognitivo sobre lo que es una sexualidad plena. Podrían  estar confundidos entre su universo personal y la prédica restrictiva de conductas “buenas” que ellos mismos tienen dificultades para sostener (como todos, en mayor o menor medida), prédica que es tan solo el reflejo de lo que alguna vez y a modo de letanía les repitieron a ellos, y así sucesivamente, generación tras generación, con ciertos progresos tal vez, pero igualmente fragmentada. El riesgo es que, al educar a los niños y niñas, se transmitan los antivalores que vienen de los traumas y de las heridas del crecimiento de sus mentores. Por ello propongo que la capacitación de estos educadores y sobretodo de los formadores de los formadores, debe aportar experiencias reparadoras, nutricias, que, aunque no resuelvan todas las dificultades de estas personas a quienes se les confía la educación sexual de nuestros hijos, al menos aporten herramientas y fuerzas para una contención sana de su sexualidad, sin lo cual esa educación no podría ser ética.

 

Para abordar este tema de la educación sexual ética, he diseñado un proyecto que presento en este texto. Luego de una breve definición del tema (Sección 2) y de hacer explícito su objetivo (Sección 3), comienzo una amplia justificación del proyecto en la que se examina la problemática que hoy se presenta sobre la educción sexual (Sección 4). Luego hago una amplia exposición del fundamento teórico de la propuesta, ya que por su novedad necesita ser explicada y sustentada de manera particularmente rigurosa (Sección 5).

 

Parto de una definición del concepto de ética que en realidad se irá esclareciendo a lo largo de toda la discusión teórica. Lo que caracteriza este esfuerzo es que trato de examinar el tema de la educación sexual ética, al igual que haría en cualquier otro espacio, desde una perspectiva esencialmente integradora, no fragmentada. Pongo énfasis especial en el reconocimiento del fundamento biológico de lo ético, y, sobretodo, de su aparición como parte de la evolución de las especies, porque ese aspecto ha sido inexplicablemente relegado.

 

La perspectiva que adopto no reduce lo ético a lo "natural", pero me obliga a reconocer una base natural en lo ético. Si lo ético viniera sólo de lo racional y no de lo biológico, saltaría la pregunta acerca de donde viene lo racional si no es de un ser que siente, se emociona, reflexiona, producto de una biología “natural” que evoluciona, inseparable de lo racional porque lo integra. Obviamente hay quienes prefieren elevar la ética a la condición de ser una revelación divina, pero sin una naturaleza sensible y reflexiva eso tampoco sería posible. Esa, sostengo, es una perspectiva integradora, no fragmentada de la vida, de nosotros mismos.

 

La vieja separación entre mente y cuerpo como “sustancias” diferentes, encuentra, como lo hiciera Spinoza en el Siglo XVII, su opuesto en la idea integradora, no fragmentada, o dualista sólo en el sentido de “aspectos” pero no de “sustancias” fundamentales.

 

Los conceptos, la teoría del conocimiento, la misma lógica, y obviamente la ética, deben derivarse del desarrollo de toda la vida natural y espiritual y no basarse únicamente en la coherencia de un concepto consigo mismo, o con otro concepto

 

En el marco conceptual sostengo que lo ético es todo aquello que emerge en la vida protegiendo la integridad de esta frente a su medio y a sí misma, a veces incluso a costa de sí misma (sacrificio, postergación, contención, dolor, renuncia, culpa), a través de un proceso evolutivo en curso, que no cesa. Mantengo que lo ético se apoya en la capacidad de la vida para percibirse a sí misma y a su medio, y de discriminar a lo ‘bueno’ o ‘malo’ para ella, desde las formas más rudimentarias, simples, y primarias, hasta las más finas, complejas e integradas, gracias a sus atributos de sensibilidad, irritabilidad y subjetividad. En sus formas más desarrolladas esta auto percepción de la vida que evolutivamente lleva a lo ético desde lo proto-ético, se manifiesta en las emociones y sentimientos - egoístas y altruistas a la vez -, que surgen acerca del estado de la homeostasis de los organismos (consciencia del bienestar y de la supervivencia, resonancia límbica, empatía, resistencia a la fragmentación), y es nombrada y elaborada en el pensamiento reflexivo y apoyada por la memoria y por la consciencia que en los humanos se amplían extraordinariamente. Sostengo que lo ético incluye, por lo tanto, los pensamientos éticos que acerca de ello elabora el ser humano y la acción ética real de este, que nombra esa misma palabra, en sus inexistentes formas de verbo: eticar, y de función: eticante o eticativa. La creación de estas dos palabras me resultó muy importante para terminar de aclarar la visión y misión de este proyecto.

 

La palabra ‘ética’ viene del griego ‘ethos’ o ‘ethikos’, que significaba “casa’, ‘lugar donde se habita’. Y ‘moral’ viene del latín ‘moralis’, palabra que alude a las costumbres (mores en inglés) y probablemente tiene la misma raíz que la palabra morada. Es decir, de alguna forma, ambas palabras aluden a un lugar protegido, o a una conducta segura por excelencia. Por ello me siento cómodo al sostener que lo ético tiene que ver con ‘lo que protege’. Percibir esa cualidad en la etimología de la palabra “etica” me permite, literalmente, sentir ese espacio en la vida humana y resonar con el drama humano, con el proceso que ha seguido la humanidad para llegar a ese concepto.

 

En lugar de tratar de definir un sustantivo, “ética” me parece mucho más fructífero y sugerente tratar de describir ese proceso, el proceso de lo ético, de la función eticante, de la cualidad eticativa, que surge en la evolución de la vida de la que formo parte tanto como mi lector, una actividad que protege a la vida de su desintegración tan inevitable como su resurgimiento. Creo que, así como las partículas subatómicas aparentemente surgen en el espacio-tiempo, lo ético surge en la evolución de la vida, aparece y desaparece, y vuelve a aparecer como la materia y la antimateria.

 

Desde esta perspectiva quiero abordar lo ético no como un concepto “muerto” dado, sino como un proceso del que forma parte incluso la actividad que llevo a cabo en este momento, al escribir estas líneas, motivado por una preocupación humana por discernir lo “bueno” y lo “malo”. Estoy haciendo una afirmación sobre lo ético y lo que diga es ético, o no lo es, o es antiético, tal como lo percibo yo, o como lo percibe quien lee lo que escribo, en nuestra subjetividad. Es decir, al hacer una afirmación sobre lo ético, estoy reconociendo el pensamiento y el lenguaje que usamos, como realidades, tan reales como el contexto al cual me refiero. Esta es una actividad eticativa, y sus resultados son eticantes en una realidad que necesita de lo ético. Así, al definir la ética no caemos en el mismo error del pensamiento, que separaría la ética como una ‘cosa’ fragmentada del mundo en el que existe y separada de quien se ocupa de lo ético.

 

Puedo decir que, para mí, el valor es un sentimiento particular percibido como cualidad que emerge en la relación estructural compleja y dialéctica entre el pensamiento del ser  humano, y su entorno, relativo a lo que es, dialécticamente, “bueno” o “malo” para la supervivencia y el bienestar del individuo, del otro, de su entorno y de su colectividad y de su medio ambiente o ecología.

 

No traemos “desde fuera” lo ético, ello se construye desde dentro, desde la acción eticante (para hacer uso de las palabras que he creado en la sección 5.12), basada en la sensibilidad, y en su construcción necesita del otro que es también un ser sintiente, como parte de esa cualidad que surge evolutivamente, desde sus formas más primitivas, desde los comienzos de la vida. Esa cualidad, a mi parecer, los educadores la educimos en los educandos, y nos relacionamos con ella modulándola, influyendo sobre ella, por así decir, sirviendo de sintonía fina a lo que ya existe como un don natural en proceso, producto de la evolución, ontogenética y filogenética, y que se manifiesta en el conocimiento y el comportamiento ético, eticativo.

 

El recorrido hecho en esta sección de las bases biológicas de lo ético, me permitió reconocer que, amén de lo proto-ético, también existe en la naturaleza, y en el hombre por ende,  lo antiético, lo destructivo, lo que amenaza a la vida, al menos de una parcela de esta en contra de otra. Eso me llevó a poner a la ética, en tanto quehacer humano, en un lugar muy interesante e importante: como la creación de un espacio deliberado para la lucha consciente de una parte de nuestra naturaleza contra la otra, lo que enfatiza su base en la libertad.

 

El estudio detallado de los procesos de la vida me llevó a destacar el rol de las emociones, de los sentimientos, de la consciencia y del inconsciente en el proceso ético, o eticativo, desentrañando las maneras cómo el sistema límbico, la corteza cerebral y las diferentes partes del sistema nervioso evolucionaron para hacer posible los procesos de la percepción, de la sensibilidad, de la irritabilidad y subjetividad, y de las regulaciones intersubjetivas que sustentan lo ético. Los sentimientos son centrales en la evolución de la ética y los describo en este texto como una experiencia integrada, como la percepción de un cierto estado del cuerpo, junto con la percepción de cierto modo de pensar y de pensamientos con ciertos temas.

 

Presto mucha atención en el marco teórico de este proyecto a los aportes de la etología. Los animales, sobretodo los más desarrollados y en particular los mamíferos, nos muestran los albores de lo ético humano de maneras cada vez más sorprendentes, en la medida en que nos permitimos descubrir su gestación evolutiva, y nos vamos quitando el barniz de superioridad con el que pretendemos diferenciarnos de ellos y, como decía Tagore:

 

Muchas veces me pregunto dónde se esconden las fronteras del reconocimiento mutuo entre el hombre y la bestia,

cuyo corazón no conoce la lengua hablada.

¿En qué lejana mañana de la creación, de ese paraíso original, se encuentra ese sencillo camino que recorrían sus corazones para visitarse?

Porque las huellas de su caminar incesante no se han borrado, aun cuando,  hace mucho tiempo,  se olvidó su parentesco.

Sin embargo, súbitamente,  en  una música sin palabras, se despiertan esos vagos  recuerdos.

Y la bestia contempla el rostro del hombre con tierna confianza

Y el hombre le devuelve una mirada, afectuosa y sonriente.

Pareciera que dos amigos se encontraran, enmascarados, y se reconocieran vagamente detrás de sus disfraces.

 

En esta dimensión única de cuatro lados o aspectos indivisibles, integrados, no fragmentados: cuerpo, mente, espíritu y el otro, tomo al cuerpo como eje, ya que este es la sede de la mente, la plataforma de lo espiritual, el actor real en la interacción con el otro y es en él que ocurre ese proceso evolutivo que nos ha hecho y sigue haciendo como la especie única que somos los seres humanos. Es en el cuerpo y a través del cuerpo que podemos darnos cuenta de los cuatro lados o aspectos de esa dimensión no fragmentada que estoy viviendo, sintiendo, reconociendo y nombrando en estas líneas.

 

Cuando me refiero a la integración como el fundamento de la ética,  por lo tanto, estoy hablando de lo opuesto a la fragmentación. Y estoy diciendo que lo no ético es lo fragmentado. Esta afirmación pretende ir bastante más allá de la ética en lo sexual, y cubre todos los espacios de lo ético.

 

Cuando hablo del “otro”, de lo intersubjetivo, me refiero a la presencia objetiva de la unidad y conexión ineludible con el otro, con un ser capaz de tener una existencia propia diferente a la mía, capaz de deseos auténticos diferentes a los míos, de la persona que de alguna manera articula mi propio equilibrio (o desequilibrio) a través de un vínculo, por lo que incluye también el otro que he internalizado, es decir que vive en mí de cierta manera, integrado a mí, y a mi mismo integrado en ese otro ser. Articula mi propio equilibro a través de un vínculo, en caso de que sea sano, y un desequilibrio si es un vínculo carente de ética, La sexualidad ética no se puede concebir separada de otro porque yo mismo no ‘soy’ sino a través de la intersubjetividad. De hecho nuestro cerebro es estructurado, neurológicamente hablando, por la manera como nos relacionamos con el otro, de ahí nace nuestro carácter que no es sino una estrategia de supervivencia que puede estar llena de destructividad… o creatividad. Lo mismo puede ocurrir con la ética… y la antiética

 

El sólo hecho de pensar y separar conceptualmente sexo de sentimientos es ya una fragmentación no ética que lleva a una conducta no ética. Fragmentación es lo que ocurre cuando el pensamiento queda solo constreñido a la búsqueda del placer inmediato actual, sin reconocer siquiera la existencia del otro como ser que siente

 

No romper la unidad con el otro implica la empatía, la capacidad para la resonancia somática, la solidaridad y responsabilidad por el otro, lo que en la conducta sexual significa necesariamente ir más allá del placer egoísta, solipsista, que en ausencia de dicha unidad se convierte en un placer predador. Las perversiones, la conducta sexual no ética, son producto de la fragmentación.

 

En el marco conceptual incluyo también una reflexión de la conexión de lo ético con el sufrimiento. De hecho, lo ético está relacionado con la necesidad del ser humano de compensar su fragilidad y su muerte, por lo que surge en el umbral mismo del sufrimiento. Los comportamientos éticos implican muchas veces, tal vez siempre, alguna renuncia, algún riesgo, algún esfuerzo, alguna postergación, es decir algún "sufrimiento", pero demuestro que de lo que se trata es de un sufrimiento que, de una u otra forma, es necesario para la vida. La madurez del individuo radica en el proceso de aceptación de una vida finita, la aceptación de la impermanencia de la que hablaba Buda y en la consciencia de la no separación con el otro

 

La empatía nos permite sentir al otro y “vivir en carne propia”, vicarialmente, lo que experimenta el otro, como mecanismo de supervivencia de la especie, no sólo del individuo (que no sobrevive solo).

 

El ser humano, de manera similar a otros organismos, nace biológicamente programado para sobrevivir y evitar la muerte, para sentirse bien y evitar el sufrimiento innecesario, y lo hace contando con un temperamento heredado que es uno de los factores que moldea su conducta. El ser humano nace esperando ser cuidado, acogido, protegido, cobijado, mirado, alimentado, atendido, en otras palabras: esperando ser objeto del amor y afecto, de fantasías, de deseo, por parte de sus progenitores, en particular de su madre, y esa expectativa está teñida por su propias tendencias innatas que les darán un color especial. Si esas expectativas naturales no son satisfechas, se genera un vacío que el nuevo ser busca siempre cubrir. Obviamente no hay madres ni padres perfectos, por lo que siempre tenemos algún vacío… y también estamos llenos de lo que recibimos y construimos. Pero nunca dejamos de buscar lo que falta. Es como si buscáramos siempre, hasta encontrarlas de alguna forma, aquellas experiencias faltantes, o hasta frustrarnos y sobrevivir a través de alguna estrategia, lo que constituye el llamado carácter, que se suma al temperamento innato. Este proceso autopoiético, autoconstructivo, no cesa nunca, porque - como decía el Mago Merlín - aprendemos hasta en el momento mismo de la muerte.

 

Luego ofrezco una discusión breve pero necesaria de lo que nos ofrece la psicología sobre el desarrollo de la sexualidad, que es objeto central de este proyecto. Desde Freud se plantea que se puede rastrear la presencia de satisfacciones sexuales desde la más temprana infancia, lo que implica el reconocimiento de la existencia de una sexualidad infantil. Sobre el cuerpo del niño se van determinando ciertas zonas como privilegiadas para obtener placer fundadas en la necesidad,  pero en su evolución ontogenética, el placer y su búsqueda va más allá de la necesidad inmediata y la trasciende. Es decir la sexualidad no está atada únicamente a un concepto de necesidad sino a un “algo”que está más allá de esta.

 

Luego viene una amplia discusión acerca de la metodología del proyecto (Sección 6). La educación sexual ética, basada en valores, implica un abordaje que, esencialmente, crea espacios que invitan y dan pretextos para la integración, para superar la fragmentación. A través de cursos y talleres, fundamentalmente vivenciales, en los que los sentimientos y la reflexión estén sólidamente arraigados en la experiencia real, busco no sólo facilitar un aprendizaje conceptual, sino una reparación a través de la vivencia sanadora de las experiencias emocional y espiritualmente faltantes. Aquellas experiencias integradas que estuvieron ausentes o fueron dañadas o maltratadas, deben poder ocurrir en alguna forma, sea metafórica o imaginada pero siempre real, para llenar los vacíos y restablecer la unión entre los fragmentos escindidos de la experiencia.

 

La herramienta metodológica por excelencia que propongo es la realización de microexperimentos o pequeños experimentos, como gusta llamarlos Ron Kurtz, que crean espacios en los que la integración, la no fragmentación que fomento, se vive como evidencia, no solamente como concepto. Son espacios que buscan confirmar, experimentalmente, la hipótesis de que las actitudes y conductas no fragmentadas, integradas, llevan a lo ético, a una praxis sexual ética, es decir, son eticantes.

 

Arquetípicamente, cada experimento debe implicar el estudio y vivencia de la integración, de la no fragmentación, en un estado especial de consciencia llamado consciencia plena. Esta condición es indispensable ya que el estado ordinario de consciencia no permite ir más allá de lo aparente, ni libra la experiencia del control mental que la limita y fragmenta.

 

La reflexión no se basará en un proceso racional cognitivo fragmentado de la experiencia; no es un estudio puramente teórico, no es una teorización, sino una construcción de una experiencia vivencial que repara aquello que se destruyó o dañó o que no ocurrió y faltó. La reflexión no estará fragmentada de las emociones y sentimientos, pudiendo llegar a entenderse que hay emociones éticas como la solidaridad, respeto por otro, y emociones que no lo son, como el odio enfermizo, la celotipia, el parricidio, el filicidio, las fantasías y acciones incestuosas. La reflexión no se alejará del reconocimiento del otro en mí y fuera de mí,  ni de su inspiración en la trascendencia y significado que las personas y colectivos construimos acerca de la vida (nuestra espiritualidad), y ninguna reflexión se separará de la responsabilidad de llevar esa integridad a la vida práctica cotidiana, ni del requisito de la congruencia de tal postura, en todos los planos de la existencia ya que lo ético no existe en el concepto sino en la práctica.

 

El proyecto reconoce que la contención sana de la sexualidad, la postergación natural del inicio de la vida sexual, tiene una base natural biológica, que se manifiesta por el temor, la resistencia, la duda, el malestar natural ante avances prematuros, pero requiere la presencia de relaciones humanas sanas, nutricias, como caldo de cultivo enriquecedor de los valores que ayudan a los y las adolescentes a tener una vida sexual con sentido,  placentera y buena, basándose en el alimento emocional y espiritual brindado por educadores suficientemente sanos.

 

El método de trabajo que propongo se funda sobretodo en el reconocimiento de que los valores (a) se construyen desde la infancia y a lo largo de la vida, en un contexto natural, individual, familiar y social, (b) que constituye un proceso complejo que no podemos ni debemos “controlar” desde fuera, sino más bien (c) apoyarnos en la fuerza y potencial creativo, eticante y autosanador de la vida para facilitar su desarrollo en la forma más favorable posible para la misma vida.

 

Ni los niños, ni los adolescentes son un espacio vacío en el que habría que “meter” valores desde fuera. No son un material primario a “moldear” a imagen y semejanza de los adultos, no son unos “preadultos” a los que hay que forzar dentro de un modelo adulto preconcebido. Son una realidad humana en sí misma, en pleno proceso, personas que se van construyendo a sí mismas y a sus valores a partir de sus saberes previos, de su experiencia previa, producto de su necesidad de vivir, de su mandato vital, biológica, psíquica, social y espiritualmente, determinado y libre a la vez. Aparentemente eso es así, aunque no lo reconozcamos como tal, razón por la cual, desde muy temprana edad, nosotros construimos lo que vamos a ser y no somos objetos pasivos de los adultos, por más importantes que estos hayan sido para nuestro desarrollo.

 

Por lo anterior, me permito decir que, más que con la prédica, los adultos modelamos, modulamos y sintonizamos con nuestra guía, con nuestra resonancia límbica, con nuestras respuestas y sobretodo con nuestra conducta, las respuestas de los menores frente a los dilemas éticos, viviendo en la práctica una moral que el menor siente y vive, y que se refleja o manifiesta en la autoconstrucción de su si mismo, pero no las sustituye ni la determina unilateralmente.

 

Para los alumnos el valor no es ni debe ser una abstracción conceptual sino una vivencia marcada por su acción ‘eticante’, por sus emociones, por sus sentimientos, por su experiencia corporal y espiritual, que es elaborada y construida en conceptos que no vienen de los discursos que “inculcan” valores sino de la manera como, poco a poco, ellos van registrando, construyendo y dando sentido a su proyecto de vida, en la medida que se autoconstruyen, en el espacio de la consciencia creciente de su finitud y de su fragilidad y de su necesidad de la trascendencia.

 

En mi propuesta formativa de contenido (Sección 7) sostengo que la formación de los formadores debe aportar ese alimento emocional, somático y espiritual humano de manera democrática, tolerante, no invasiva, no controladora, no utilitaria, no impositiva, contenedora pero no represora, capaz de resignificar la experiencia oportuna, apropiada y adecuadamente. Este aporte se dará en los siguientes pasos:

 

1.    Trabajos de crecimiento y desarrollo individual y grupal.

2.    Vivencias y reflexiones sobre los temas éticos en la educación sexual.

3.    Elaboración de un plan docente de educación sexual ética.

 
Todos y cada uno de los contenidos propuestos para el proyecto serán cubiertos por experiencias que, en sí mismas, son una elaboración ética, una acción de “eticar” o una función ‘eticante”, como describimos anteriormente, es decir, una actividad que se inserta totalmente y sin reservas en ese espacio de la vida humana que cuida la vida, sólo que orientado al espacio de la educación sexual.

SEXUAL PLEASURE


PLEASURE

Pleasure in the unity with the other in loving sex, in the you-me, mine-yours, of loving sex, is painful for its intensity is so brief, and because it withers away in the inevitable separation of the lovers.

Pleasure survives in the absence of pleasure, in the immediate emergence of desire, the pleasure of remembering and longing, and the knowledge that it may return... or may not.