miércoles, 6 de enero de 2010

54. SER ABIERTOS

Seamos personas abiertas. Es decir, seamos personas dispuestas a reconocer que no sabemos todo, que podemos recibir la verdad de donde ella venga, que podemos aceptar al otro sin juzgarlo a priori, que no nos vamos a oponer a lo que surge por prejuicios o antejuicios, que podemos dejarnos sorprender por lo nuevo como si fuéramos principiantes, o como son los niños, dispuestos siempre a asombrarse con lo que aparece antes sus ojitos y a recibirlo con una sonrisa. De las cinco cualidades discernidas por las neurociencias, esta lleva a un bienestar muy especial, porque nos libra del desgaste de querer siempre demostrar que sabemos, que tenemos todas las respuestas, porque nos ayuda a estar muy cómodos con el no saber. Para los hombres esta cualidad es más difícil de alcanzar, creo, porque de nosotros se espera siempre la seguridad, las respuestas exactas, la asertividad y no la duda. Pero si podemos diferenciar la duda, de la capacidad para estar abiertos ante lo nuevo, ante lo desconocido, y para asombrarnos de lo que surja, las cosas serán bastante más sencillas. Palabra de hombre.

martes, 5 de enero de 2010

53. SER CONSCIENTES

Otro rasgo de las actitudes que llevan al bienestar es el ser conscientes. Esto significa muchas cosas. Por un lado, tiene que ver con el hacer las cosas conscientemente, es decir, de manera cuidadosa, diligente, atenta, no descuidada. Cuando hacemos las cosas de manera desordenada, no consciente, estamos expuestos a tantos errores, a hacer las cosas mal, a lesionar a otros, a ofender, a olvidar cosas importantes, a dejar de lado a seres queridos, y, sobre todo, a fracasar en algún intento de lograr algo valioso.
Ser conscientes también significa actuar con conocimiento de las motivaciones más profundas de nuestros actos, no las más inmediatas y más aparentes. Significa ser conscientes de las motivaciones neuróticas, defensivas, adaptativas, de todo tipo, que afectan nuestras respuestas e iniciativas, a veces deformándolas, otras transformándolas en lo opuesto de lo quisiéramos hacer.
Finalmente, ser conscientes también significa actuar en la vida con plena consciencia de todos los aspectos involucrados en nuestra acción, con el pensamiento, con el espíritu, con el corazón, con nuestros deseos, instintos, movimientos, sentimientos, con nuestra piel y nuestras manos, es decir con nuestro ser completo, no fragmentado, no reducido solamente a una de las partes de nuestro ser. Eso hará que nuestra experiencia será más plena y satisfactoria, más cuidadosa, y los demás tendrán una mejor experiencia, tal vez más agradable, al encontrarse con nosotros. Palabra de hombre.

52. SER SANAMENTE EXTROVERTIDOS

Hemos hablado de no ser tan neuróticos y de saber ser agradables. Hablemos ahora de ser saber ser sanamente extrovertidos. No hay duda de que hay muchos momentos en la vida en que la introversión es importante y valiosa, tanto para protegernos de quienes no pueden entender algún aspecto de nuestro mundo interior, o no están preparados para siquiera mirarlo sin el mínimo de compasión y respetuosa aceptación. Pero también es vital que podamos expresar lo que vivimos en nuestro interior, a riesgo incluso de no ser comprendidos, no ser aceptados, hasta ser rechazados. Porque nuestra verdad es valiosa, si es honesta, si es producto de una reflexión y no de un capricho, si es que integra, y no separa, el pensamiento del corazón. Nuestra verdad no es “la verdad”, es solamente “nuestra” verdad, y no debemos confundirla tampoco con el conocimiento, con la ciencia, con la evidencia. Nuestra verdad, que necesita de nuestra capacidad para ser extrovertidos para ser escuchada, hará posible que los demás sepan dónde estamos, sepan a qué atenerse, conozcan qué sentimos por ellos, y por lo menos tomen en cuenta nuestra sensibilidad y expectativas, no necesariamente para complacerlas, pero sí para tomarlas en cuenta y respetarlas. Tenemos, pues, que permitir que nuestra verdad brote, al menos de vez en cuando. Creo que eso significa ser sanamente extrovertido. Palabra de hombre.

lunes, 4 de enero de 2010

51. SEAMOS AGRADABLES A LOS DEMÁS

Hay, se dicen, cinco cualidades que contribuyen enormemente al bienestar personal: la apertura, la consciencia, la extroversión, la ausencia de neurosis, y el saber ser agradable. Vamos a examinar estas cualidades: Una de las actitudes que más contribuyen a nuestro bienestar es saber ser agradables, es decir, saber responder positivamente a los demás, tener la disposición para estar de acuerdo con los demás y no situarnos en la objeción ni en el eterno desacuerdo a priori. En inglés ser agradable se traduce en “to be agreable” que viene de la palabra “agree” que quiere decir “estar de acuerdo”. Uno gana muchísimo espacio en la vida, mucha holgura y tranquilidad si es que no gasta sus energías resistiéndose a los sueños de los demás, si no rebusca razones para objetar sus iniciativas. Obviamente, no podemos estar de acuerdo en todo, ni menos adaptarnos siempre a los deseos de los demás, ni ceder siempre ante sus expectativas. Pero si podemos buscar maneras cómo nuestra conducta ayude a que todo funcione mejor para todos, sin sacrificio ni perjuicio de nadie, y sobre todo sin que se genere una sensación de malestar ni de frustración sin salida. Podemos buscar maneras de que nuestra respuesta sea realmente agradable, que al menos dé opciones, es decir, que sea lo más acorde posible con los sentimientos de apoyo mutuo, de solidaridad, hasta de complicidad con ciertos deseos secretos… Como dice un cartel de un ferretero español: “Es agradable ser importante, pero es mucho más importante ser agradable”. Palabra de hombre.

50. NO SEAMOS TAN NEURÓTICOS

Todos somos en cierta medida neuróticos. No deberíamos sentirnos mal si alguien nos dice “¡neurótico!”, porque podríamos responder tranquilamente: "eso es normal”. Básicamente lo neurótico es un rasgo de nuestra personalidad que construimos en nosotros desde muy pequeños, como producto de nuestro deseo de sobrevivir lo mejor posible frente a las inevitables limitaciones del medio. No es pues algo raro, ya que difícilmente podemos haber tenido los mejores criterios para nuestras decisiones cuando éramos tan pequeñitos. Pero cuando maduramos, podemos comenzar la necesaria tarea de irnos desembarazando de esos rasgos neuróticos, uno a uno, tanto por lo absurdo de sus rasgos, como por las limitaciones que nos imponen en la vida. Comencemos por identificar las dificultades e infelicidades que sentimos en la vida y reconozcamos en qué medida son responsabilidad nuestra y no de los demás. No son cosas que “nos hacen”, sino cosas que “nos hacemos” a nosotros mismos. Luego, aprendamos a “suspender” los actos a los que esas neurosis nos llevarían, para examinar bien sus motivaciones, sin dañar al otro. Y aprendamos a reírnos de nosotros mismos, a ver lo tontos que tantas veces son esos celos, esas furias, esas envidias, esas tristezas y nostalgias, en medio de una vida que siempre es, básicamente, generosa. Sentiremos un gran alivio… y, te aseguro, los demás también. Palabra de hombre.