miércoles, 26 de agosto de 2009

23. LOS MAESTROS

El maestro que más recordamos y hacia quien más cariño brindamos, no era necesariamente el que tenía los "mejores métodos", y probablemente no era aquel que parecía más “bueno”, ni siempre el que nos hacía más concesiones, ni el que nos “subía la nota”. Tal vez lo descalificarían ahora si lo evaluaran los modernos pedagogos. Pero lo que si es seguro es que ese gran maestro que recordamos tanto era una persona de gran riqueza humana, una persona noble, valiosa, quizá imponente, una persona capaz de motivar lo mejor de nosotros, de sacar a la luz nuestra inspiración, nuestro respeto a la vida, nuestra admiración por la verdad y la belleza, y sobretodo el gusto de estar vivos. Y no era necesariamente una eminencia. Para nosotros, hombres, ese maestro era, seguramente, un hombre.

Como un saludo y un regalo a los maestros, quiero pedir que quienes se preocupan por ellos y su capacitación, piensen sobretodo en aspectos como la riqueza del mundo interior de los maestros en tanto personas dedicadas a una actividad altruista importantísima, el respeto a su identidad e integridad personal, la celebración de sus dones y fortalezas, la tolerancia hacia sus limitaciones humanas, el aprecio y cultivo de su capacidad para escuchar al educando y para educir lo mejor en los demás, para acompañar el florecimiento de lo mejor de cada niño o joven que esté a su alcance.

Ninguna concepción metodológica o técnica educativa, es más importante que la plenitud humana del maestro, que su experiencia y riqueza personal, que su sabiduría. Palabra de hombre.

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