viernes, 11 de septiembre de 2009

31. LA NO-VIOLENCIA

Los hombres tenemos una responsabilidad especial en el tema de la violencia. Se asocia masculinidad con violencia, como si fueran hermanas gemelas. Y no deja de haber algo de cierto en ello, pero hay que aclarar las cosas y diferenciar bien. Hay violencia en la cultura masculina desde tiempos ancestrales, pero las fronteras entre la violencia destructiva y la fuerza puesta al servicio de la protección de la vida pueden perderse con facilidad. Soy acérrimo defensor de la no-violencia, pero es difícil cuidar ese principio que nos brindara, en su más alto nivel, Mahatma Ghandhi. A los hombres nos corresponde una responsabilidad especial en la construcción del camino de la no-violencia. En cada acto de nuestras vidas tenemos que encontrar la manera de resolver los problemas sin el uso abusivo de la fuerza, y sin que se sienta jamás una ausencia de protección de nuestros seres queridos, de aquellos que no se pueden defender. Los alardes de violencia que caracterizan a las “barras bravas”, o a las “pandillas”, o el lado más oscuro del machismo que somete a la mujer por el miedo, tienen que ser desenmascarados como la antítesis de la masculinidad, como una deshonra para la virilidad porque difícilmente puede esconder la cobardía de su esencia, que no es otra cosa que el abuso, es decir, el uso anormal de la fuerza. Y hay formas muy sutiles de violencia, diferentes, nada obvias. Un simple comentario o interpretación de un acto, o rasgo, de otra persona puede ser muy violento, como el señalar constantemente los errores o defectos de los demás, o el estar sugiriendo todo el tiempo lo que “debe de hacerse” desde una posición de superioridad o falsa autoridad, o, contrariamente, el hacer caso omiso del malestar que uno genera en los demás por conductas aparentemente inocuas, son formas violentas de relacionarse, activas las primeras, pasivas las segundas, que los hombres tenemos que revisar y cuestionar radicalmente en nuestro accionar cotidiano, para cultivar la no-violencia. Palabra de hombre.

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