viernes, 22 de mayo de 2009

8. JUGANDO CON TUS HIJOS

A veces nos olvidamos qué agradable es jugar con nuestros hijos. Hubieron muchos juegos que disfrutaste cuando niño y que tal vez tu hijo no conoce o no sabe jugarlo tan bien como tu, y eso no es solamente el fútbol. Juega trompos, hazle un cometa como el que tu volaste a la perfección, si jugaste bolas (eso que ahora llaman canicas), juega con ellas, si supiste tirar al blanco con una honda hecha de cámara de llantas, hazle una a tu hijo y enséñale a tirar al blanco (no a un pajarito, menos ahora que tenemos una consciencia ecológica mucho mayor). Si sabías jugar cartas con astucia, juégalas con él y enséñale, juega ajedrez, damas, billas, juega con el aro, lo que más disfrutaste. No te metas, por supuesto, cuando él quiere jugar sólo, o sólo con sus amigos. Pero hazle sentir que estás dispuesto a jugar. No lo hagas cuando no puedes, si es que el trabajo no te lo permite, pero no dejes que el trabajo te robe el espacio más importante de la vida de tu hijo. Esa disposición tuya a jugar sanamente será un regalo para él que nunca olvidará, y también para ti, no sólo para él. Y lo mantendrá un poco alejado de los juegos alienantes, electrónicos o de Internet, donde si bien hay cosas buenas para él, no están exentos de peligros serios de la adicción, la pornografía, la paidofilia y la simple suciedad humana. Si tu estás en el juego con tu hijo, él aprenderá a amar y a ser amado, y sabrá disfrutar mejor de los vínculos humanos sanos. No lo dejes sólo. Acompáñalo en su vida, todo lo que puedas. Palabra de hombre

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