sábado, 3 de octubre de 2009

43. EL MIEDO A ESTAR SOLO

Puede ser que la soledad aparezca con un rostro poco amable para los hombres. Puede ser que elija a veces mostrarnos un lado feo de la vida, recordándonos los momentos en que no parecíamos encontrar una pareja, o, peor, cuando en nuestras vísceras y en cada una de nuestras células se reaviva la memoria de cuando mamá no estaba, o cuando papá no llegaba. Pero con los años vas a ir tomando consciencia de que en realidad estás solo. Que nadie puede jamás sentir exactamente lo que tú sientes debajo de tu piel, que nadie puede realmente saber qué es lo que abriga tu pensamiento, que nadie está nítidamente cerca de tus recuerdos y de tus sueños, y que nadie podrá estar exactamente en el lugar de tu partida final. No es que nadie te quiera ni que no quieran estar ahí los que te aman, cerca de ti, si no que no lo pueden estar, no se puede estar ahí. La soledad es inevitable. Y eso te duele a ti pero también a ellos, a todos. No obstante, hay algo de maravilloso en todo esto. Cuando estás solo, tú si puedes estar contigo mismo en esos niveles sorprendentes de intimidad. Cuando estás solo te puedes permitir alejarte de todo lo que interfiera con la consciencia de la increíble experiencia de la vida y redescubrirla, una vez más, bella, portentosamente bella, sin poder entenderla ni poseerla totalmente. Por eso la soledad puede ser tu más dulce elección, tu más dulce alternativa. La mujer de tu vida es el símbolo de esa elección de la soledad. Nunca la entenderás pero la amarás igual, asombrado,.. fascinado. Palabra de hombre.

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