lunes, 15 de junio de 2009

12. MIRA A TU HIJA

A veces, cuando miras a tu hija adolescente, descubres que ya es una mujer, y ya dejó de ser una niña. Te embargan sentimientos contradictorios. Ya no la puedes mirar como niña. Por un lado te alegras de verla tan bella y atractiva, pero por otro lado te asusta un poco descubrir que va a ser vista como mujer por otros hombres. Deja de lado tus temores. A ti te toca darte permiso para mirarla como hombre, pero como un hombre que es su papá,… sin dejar de ser hombre. En tu mirada, si tú te lo permites, si tu sostienes tu mirada por unas fracciones de segundo más, ella puede descubrir sutilmente un mensaje sin palabras que le dice lo atractiva que es, que aprueba esa sutil coquetería en ella, sin invadirla, sin avergonzarla, sin que se dé cuenta siquiera, respetando amorosamente su pudor. Ella sin saberlo ha invocado tu virilidad de padre. Ella puede ser tocada así, como mujer, en su más íntima imagen de sí misma, por el Hombre a través de su papá… sin dejar de ser hombre. Eso despertará en ella sin que medien palabras, - y la más de las veces sin darse cuenta - una profunda seguridad sobre su feminidad. Algo que mamá no le puede dar, por más buena mamá que sea, simplemente por el hecho de que mamá no es un hombre. Cuando le toque a tu hija descubrir la mirada de algún hombre que le guste, ella recordará, sin pensarlo, sin saberlo, esa mirada de papá y, bueno…, las miradas se encontrarán y se encontrarán bien. Palabra de hombre.

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