Los adolescentes necesitan toda la riqueza de los valores para un desarrollo pleno y oportuno de su sexualidad. El amor, la amistad, la colaboración, el reconocimiento y respeto por el otro, la comunicación, el compromiso, y muchos otro, son valores vitales para una vida plena. Sólo así podrán aprender a construir vínculos sanos y satisfactorios con sus semejantes. Cuando lleguen a la madurez, tienen derecho a vivir una sexualidad sana y feliz, libre de temores y de perversiones. La educación sexual no ha dado a esta perspectiva el peso que amerita, lo que le ha creado serios problemas. Ha puesto énfasis en los temores y peligros y no en la construcción de espacios felices. Abundan las advertencias sobre las enfermedades y embarazos prematuros y sobre la contracepción.
Muchos padres de familia resienten y se resisten esa educación sexual a la que culpan más bien del aumento de una actividad sexual prematura de sus hijos. Y no dejan de tener algo razón. No sembremos más temor en nuestros hijos y ayudémosles a encontrar los espacios buenos del amor, y así vamos a ayudarlos a construir un mundo para ellos mejor que el que tenemos nosotros. Palabra de hombre.
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